Ponencia y Registro Sonoro 2da sesión: La Revolución

Reseña primer ponencia: La colectivizacion del campo

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Seminario militante No. 12: Anarquismo en España. A 80 años de la Revolución de 1936

Segunda sesión: La Revolución. La Colectivización en el Campo. Febrero 16 de 2016

La revolución social en el campo español producida tras la revolución del 19 de julio de 1936 en el campo republicano fue una empresa de enorme magnitud. Casanova señala que no hay una continuidad directa entre el grado de conflictividad social y los niveles de sindicalización campesina y la reorganización revolucionaria producida tras el 19 de julio, por lo que fue más el desmoronamiento de la legalidad republicana que el empuje autónomo de los campesinos lo que llevo a la radical sustitución del Estado y las elites locales por los nuevos organismos populares. Para el autor fue la posesión efectiva de las armas en manos de las milicias anarquistas, la que permitió las expropiaciones y posteriormente las colectivizaciones que si bien no tuvieron la espontaneidad que alguna literatura sugiere si se expresaron en la más vasta dimensión llegando a incluir entre 100 y 300 mil personas y más del 40% de la superficie cultivable de toda el área bajo control antifascista según las propias cifras conservadoras del Instituto de Reforma Agraria (IRA). A partir de las cifras aportadas por los propios sindicatos implicados Casanova presenta los siguientes datos1, que hemos tabulados e interpretado de la siguiente manera:

Tabla 1. Colectivizaciones agrícolas en la zona republicana de España 1936-1939:

Región

CNT

UGT

CNT-UGT

Otras

Total

Andalucía

36

42 (mayoría)

38

31

147

Castilla La Mancha (mayoría)

186

217 (mayoría)

49

452

País Valenciano

264 (mayoría)

69

20

353

Cataluña

43 (mayoría)

3

18

31

95

Murcia

59 (mayoría)

53

10

122

Aragón

275 (mayoría)

31

306

Total 6 regiones

863 (mayoría)

415

135

62

1473

Porcentaje

58.59%

28.17%

9.16%

4.2%

100%

Con el fin de ilustrar estas experiencias, expondremos los testimonios de la célebre anarquista Emma Goldman que realizó una de sus últimas giras internacionales por las comarcas de la España revolucionaria. Ella conoció de primera mano la experiencia del pueblo de Albalate de Cinca en la provincia de Huesca, una población rural de 5 mil habitantes muy cercana al frente de batalla. En Albalate habían convivido minifundistas y aparceros con algunos latifundistas que finalmente habían perdido sus propiedades en manos de sus peones durante los años de la República sin que pos esto el nuevo régimen hubiera mejorada la vida de los habitantes. De esta experiencia colectivista Goldman resaltaba el carácter voluntario del proceso, lo que lo diferenciaba marcadamente de la brutal experiencia rusa de descampesinización, el alto grado de penetración conseguido por la CNT y la FAI entre la población del sector así como la elevada politización de muchos jóvenes de la población, el liderazgo ejercido sobre el proceso por una familia que reunía tres generaciones de militantes libertarios y las formas solidarias de distribución de lo producido que buscaba satisfacer las necesidad individuales al tiempo que exportar hacia el frente y las ciudades. Mencionaba que los mismos se organizaban en tres organismos federados como lo eran un Consejo de Trabajo, otro de Suministros y otro de Guerra. Sin embargo ella misma apuntaba que esta no era aún una comuna anarquista, pues los niveles de tecnificación eran pobres si bien con la colectividad se había conseguido por vez primera un tractor para el arado, y dentro de esa estructura aún no era posible la auto sostenibilidad económica local y aún existían franjas importantes de campesinos expectantes que sus vecinos anarquizados buscaban convencer mediante el ejemplo y le eficiencia2.

La revolucionaria lituana también reseña la impresión que le dejó la experiencia de la Federación Campesina del Centro ubicada en los alrededores de Madrid, una organización que reunía 700 sindicatos campesinos y 300 colectividades, lo que numéricamente representaban unas 100 mil personas. Esta organización funcionaba en el antiguo palacio de un conde, donde ahora se encontraban la sede sindical, un laboratorio experimental para la mejora de semilla y una nueva escuela de agrónomos revolucionarios. La Federación reunía diversos departamentos técnicos, propaganda e intercambio y secciones económicas sectoriales según productos producidos como vino o aceite entre otros, llegando a facturar 11 millones de pesetas españolas mensuales entre junio y agosto de 1937, lo que pese a ser una cifra significativa, no recogía todo los intercambios no monetarios realizados entre sí por las colectividades y las federaciones locales y regionales que una vez más entregaban el excedente de su producto a la Federación. Al igual que las colectividades que la integraban la Federación se componía de dos secciones, una de campesinos colectivistas y otra de pequeños propietarios a los que se buscaba influir poderosamente sin coacciones físicas3.

La precursora anarco feminista reseña dentro de la Federación Campesina la experiencia de la colectividad de Azuquema, una pequeña población de 1500 personas cerca de Guadalajara. Destaca la experiencia colectivista instalada en una antigua hacienda del conde de Romanones, de la que 200 campesinos se habían apropiado tras el estallido revolucionario. Dentro de las obras realizadas se destacaba el proyecto de canalización de un rio que se desbordaba recurrentemente por parte de los campesinos con la ayuda enviada por el anarco-sindicato de ingenieros de Madrid al tiempo que sobresalía en términos políticos la presencia de viejos anarquistas con experiencia política con miembros de su familia tomando puestos de responsabilidad en su colectivo. En la comunidad no se había abolido el dinero, por lo que los colectivistas recibían un salario mensual de 350 pesetas por 8 horas de trabajo diario, una cifra alta con respecto al periodo anterior al 19 de julio cuando recibían entre 3 y 4 pesetas diarias por su labor (cifras eso si distorsionados por la alta inflación del periodo de guerra). También ellos habían instalado un comedor comunitario donde la mitad de las familias de los integrantes comían a precios económicos. Durante el año 1937 la población produjo cientos de kilos de patatas, trigo, cebada y melón. Algunos miembros entusiastas de la colectividad señalaban que el nivel de vida había mejorado, así como la productividad del trabajo, el ganado y la tierra, destacándose además que en este pueblo inicio a funcionar una escuela moderna tanto para los niños como para los viejos. En la población también había presencia la UGT que había decidido no participar del experimento colectivista pese a que algunos de sus miembros de base compartían el proyecto con los afiliados confederales4.

Goldman también se referirá a la experiencia del pueblo de Telmes de unos 1700 habitantes, ubicado en la carretera entre Madrid y Valencia. En esta población extremadamente pobre no había grandes diferencias sociales, por lo que no contaba con presencia sindical alguna hasta el estallido de la guerra, razón que no impidió que tras el triunfo de la insurrección popular la UGT y la CNT echaron rápidamente raíces entre la población. Aquí una pequeña fábrica que enlataba tomates había sido colectivizaba por sus trabajadores tras la negociación con un propietario quebrado por las deudas, al tiempo que sucedía lo propio con pequeñas factorías de aceite de oliva y de jabón del pueblo, destacándose en general la participación de los antiguos dueños y sus cuadros administrativos en la producción bajo control obrero y popular. En Telmes, los colectivistas que gestionaron la propiedad común de la tierra y los instrumentos de trabajo un tercio de los cuales eran propietarios y dos tercios jornaleros, habían establecido el salario familiar que pagaba 8 pesetas diarias a los jornaleros con familia y 6 a los solteros, además de un sobresueldo anual en metálico y una dotación anual de 125 litros de aceite de oliva, más 40 litros adicionales por cada hijo. En este pueblo que producía trigo, papa, maíz, cebada, oliva, tomate, pimientos y aceitunas también se había establecido una escuela racionalista gratuita y mantenida por la comunidad donde dos maestros que recibían los mismos salarios de los campesinos impartían clases para más de 70 niños. El Sindicato confederal al que se afiliaba la colectividad, se organizaba en tres secretarias de agricultura, industria y contabilidad, que desempeñaban su labor tanto en la producción como el consumo5.

Por último, la líder anarquista se refiere a la industria láctea socializada por la CNT en los alrededores de Barcelona donde la colectivización no solo había supuesto una mejora de las condiciones de vida de los trabajadores sino de los propios animales no humanos, que ahora accedían el aire libre, la ventilación y los cuidados médicos e higiénicos. La industria había instalado siete hornos de refrigeración donde los campesinos de los alrededores de la ciudad condal dejaban su producto que permanecía fresco hasta la llegada a la ciudad. Entre estas estaciones de refrigeración se encontraba la Franqueza con una baja capacidad de recolección donde en una fábrica de vinos abandonada laboraban 5 hombres y 5 mujeres del sindicato alimentario de Barcelona, Olot donde funcionaba una granja colectivizada que además producía leche condensada y mantequilla para el frente y donde la viuda del antiguo propietario aun cobrara arriendo por la fábrica socializada, Satoville que había convertido en una granja roja y prospera la que antes era propiedad de un empresario fascista a la que se la había perdonado la vida, la granja Germinal que también explotaba conejos, gallinas, cerdos y ovejas al amparo del trabajo de 60 campesinos e igual número de granjeros que recibiendo un pago entre 160 y 200 pesetas a la semana habían decidido modernizar las instalaciones. Aquí se resalta que tras los sucesos de mayo de 1937, algunos antiguos propietarios habían asaltado las granjas colectivas con la intención de recuperar su ganado, pero ante el mantenimiento de la economía socializada, estos habían preferido sacrificar estos animales antes que devolverlos al colectivo6.

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Bibliografía:

Casanova, Julián. De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España. Editorial Crítica. Barcelona, 2010.

Porter, David (editor). Emma Goldman sobre la Revolución Española. El Viejo Topo. Barcelona, 2006.

1 Casanova, Julián. De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España. Editorial Crítica. Barcelona, 2010. Pág. 199.

2 Porter, David (editor). Emma Goldman sobre la Revolución Española. El Viejo Topo. Barcelona, 2006. Pág. 103-104.

3 Porter, David (editor). Emma Goldman sobre la Revolución Española. Pág. 105-106.

4 Porter, David (editor). Emma Goldman sobre la Revolución Española. Pág. 106-107.

5 Porter, David (editor). Pág. 108

6 Porter, David (editor). Pág. 110-111.

 

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